Barrio Pringles; un legado de las hermanas Fernández y un italiano que dieron los primeros pasos
La barriada cuenta con una estructura histórica: su construcción se remonta a fines del siglo XIX. Cuando en esos terrenos solo vivían dos maestras.
El Pringles, no tiene fecha exacta de fundación y se debe a que no formó parte de ningún plan habitacional del Estado, sino que la zona se fue poblando partir de la compra de lotes y las construcciones de los vecinos. Es por eso que la arquitectura de las viviendas no se asemeja.
Se estima que fueron seis las primeras familias que se radicaron allí entre 1935 y 1940.
En ese entonces, a través del Banco Hipotecario comenzó la adquisición de los terrenos que pertenecían casi en su totalidad a dos hermanas de apellido Fernández. Eran maestras en la Escuela “Paula Domínguez de Bazán”.
Una de las primeras familias en habitar los campos fue la de Vanesa Becerra. Su abuelo, conocido como “Don Ruta” intercambió su casa, que estaba ubicada en calle Balcarce, por uno de los terrenos de las docentes, cuyas dimensiones en ese momento comprendían una cuadra del actual barrio.
En el lugar había una casona; una estructura construida a fines del siglo XIX. El resto del terreno formaba parte de una finca con plantaciones de hortalizas y frutales. Los campos eran utilizados para la siembra y también para la crianza de animales.
Vanessa le contó a elchorrillero.com que su abuelo era italiano y que llegó al país en 1904. Después de vivir unos años en Mendoza decidió trasladarse a San Luis. Tiempo después ese hombre fue destacado como vecino ilustre por haber sido “el primer italiano” radicado en San Luis.
Una vez instalado, Don Ruta se encargó de mejorar las condiciones del lugar. Su nieta contó que él se ocupó de comprar e instalar las cañerías para que el barrio cuente con agua.
Con el paso de los años, se instalaron dos picos públicos de agua y de esa manera, las familias con baldes cargaban para llevar a sus hogares. Así fue como durante mucho tiempo se abastecieron del servicio.
Una casa que forma parte del “patrimonio histórico” de la ciudad
La vivienda de Vanessa quizás sea un ícono tanto para el barrio como para la ciudad. Se trata de una propiedad que reviste una arquitectura única de la época colonial. En ella pueden verse objetos como un aljibe que en la actualidad continúa en funcionamiento, puertas y demás detalles únicos que se destacan del resto de los hogares.
Otras peculiaridades es que los ventanales cuentan con rejas que fueron traídas por embarcaciones desde Inglaterra, porque en el país no se fabricaban ese tipo de herraje.
Tiene 60 metros de frente y está construida a base de ladrillones. Asimismo, cuenta con un sistema de aireación que está conformado por bocas del lado exterior que se conectan por medio de tuberías con el techo.
Allí aparecen pequeñas rejillas en forma de estrellas que permiten la circulación del aire por dentro, de modo tal que permite que no se sientan las altas temperaturas. Durante el invierno, esas ranuras son tapadas con madera.
El paso de los años hizo que Don Ruta, que tenía una empresa de transporte vacuno, comenzara a vender los terrenos aledaños a su vivienda, en donde estaban las quintas de frutales. En algunas de las casas se ven árboles que tienen muchos años de vida.
En una oportunidad, Vanessa recibió una oferta por la propiedad para desarrollar un proyecto que cambiaría todo, pero no accedió, tal vez comprendiendo que entre esas paredes se encuentra el legado de su familia.
El barrio de Los Eucaliptos
Otra de las particularidades del “Pringles” es la amplitud de sus veredas. Esto se debe, según contaron, a que antiguamente era el espacio que necesitaban los carruajes para estacionarse.
Al barrio lo atraviesan arterias muy transitadas como las avenidas Sucre, Centenario y las calles Martín de Loyola y Luis Jufré, más conocido como el Boulevard de Los Eucaliptus ya que concentra una arboleda durante toda su extensión.
Está comprendido en un total de 19 cuadras y la mayoría de los terrenos poseen alrededor de 12 metros de frente por 40 de largo.
Tiene una gran cantidad de negocios, que puntualmente se concentran en las dos avenidas. Entre ellos se pueden encontrar despensas, distribuidoras, verdulerías, ferreterías, veterinarias, talleres mecánicos, gomerías, casas de repuestos para autos y motos, un supermercado Aiello, carpintería, farmacias, carnicerías, verdulerías y hasta lavaderos.
El tiempo jugó su pasada con otros locales, ya que por Sucre una estación de servicio, que funcionó durante aproximadamente 20 años, y además una farmacia, están abandonos.
La encargada de una tienda de productos para las mascotas, Lorenza Miranda de 43 años, contó que llegó al barrio hace 25 años cuando se casó.
Al recordar cómo era la barriada antiguamente, mencionó que antes existían descampados y lotes en venta: “Era todo un campo, no había muchas casas, las calles eran de tierra, las veredas estaban rotas y habían árboles grandes”.
Un comerciantesque lleva años en el barrio es Fabián Zavarro.
Debido a que es un conocido ciclista profesional en la disciplina mountain bike XC, decidió instalar su negocio entre 1995 y 1996 dedicado específicamente a la venta y reparación de todo lo relacionado al rubro.
Zavarro comentó que desde que llegó y hasta la actualidad el avance del barrio ha sido “notable”.
“Asfaltaron muchas cuadras, arreglaron veredas, se ha recuperado la plaza que estaba muy abandonada y las calles están más limpias”, contó.
La evolución con el paso del tiempo
José Camargo de 72 años llegó al Pringles en 1976. Dijo que por ese entonces “todo era campo, sobresalían los talas”, y “lo único que pasaban eran cables de alta tensión que iban hasta la fábrica portland”.
En esos años recordó que trabajaba en Vialidad Nacional y el único colectivo que pasaba por avenida Centenario era la Línea 1.
Luego, según dijo, se hicieron petitorios a la gestión municipal y lograron que se pavimentara la zona; y así también llegó el gas.
Un déficit que aún registra un sector de la avenida Sucre es la falta de cloacas. “Hace muchos años que luchamos pero no llegan”, sostuvo.
Si bien desde hace tiempo comenzaron a instalarlas, el cambio de autoridades municipales provocó la interrupción de las obras que no volvieron a retomarse. Esto también impidió que se avance con la construcción de las veredas.
El recuerdo de las hermanas
José recordó a las hermanas Fernández y contó que debido a que ya no podían administrar todos los terrenos comenzaron a lotear para venderlos. Fue así que él adquirió el suyo por medio de un crédito del Banco Hipotecario.
"Eran buena gente, muy tratables, nos vendieron el lote con facilidades, no pedían garantías”, manifestó.
Por otro lado, Osvaldo Bravo recordó su arribo: “Fue en 1974 que compré un terreno y me llamó mucho la atención en aquellos años que todo este loteo estaba con las esquinas sin vender”.
“En ese entonces todo era de tierra pero después vino el progreso con el asfalto y el gas natural. Es un barrio muy tranquilo y siempre con un pasito de progreso año a año. Es muy lindo eso”, sostuvo Osvaldo.
"Un refugio” de la Segunda Guerra Mundial
Yolanda de Biondi, una de las vecinas más antiguas del barrio, le contó a El Chorrillero que llegó a la provincia junto a sus padres y amigos desde Italia, en el momento que Europa estaba envuelta en la guerra.
Primero pasaron por Buenos Aires y finalmente decidieron quedarse en San Luis.
Su padre comenzó a trabajar en la construcción de las viviendas del Barrio Sosa Loyola. De esa manera adquirió un terreno y junto a sus amigos pudo edificar su casa.
Muchos años después, Yolanda sigue eligiendo vivir allí, junto a la familia que conformó.
El “Salón de los Tres Barrios"
Jorge Muñoz tiene 72 años y es otro de los vecinos históricos del Coronel Pringles. Llegó a la barriada en 1956 junto a sus padres y hermanos. En ese momento, sólo seis familias habitaban la zona.
Definió al barrio como “tranquilo” y no dudó en decir que para él representa todo: “Nosotros éramos siete hermanos, cada uno tiene su casa propia y yo me radiqué acá. No me voy hasta que Dios me lleve”.
Pegado al Centro de Formación Profesional Nº 1 “Otto Krause”, permanece el salón comunitario, que fue construido por los primeros integrantes de la comisión vecinal.
Antiguamente lo llamaban “Salón de los 3 Barrios” porque en un principio allí se reunían las comisiones del Sosa Loyola e Hipólito Irigoyen.
El lugar era utilizado comúnmente por los vecinos que realizaban festejos por el día del niño, de la madre, casamientos, cumpleaños y hasta peñas folclóricas.
Jorge integró la comisión a partir de 1998 y cumplió funciones como secretario de actas. “Ya no nos reunimos porque las primeras personas que la integraron fallecieron”, dijo.
Desde ese ámbito se realizaron las gestiones para el asfaltado de calles; se construyó un polideportivo con alambrado olímpico, se colocó el agua corriente y hasta el alumbrado público. “Todo lo que hay se hizo a pulmón”, detalló.
“En aquel momento la colaboración que había de los otros barrios era muy escasa, los directivos de la comisión del barrio eran la columna vertebral y ellos fueron los que pusieron el esfuerzo para que esto surgiera”, narró.
En la actualidad, el salón permanece clausurado por la Municipalidad porque vecinos “se quejaban por los ruidos molestos de la música”.
Así, el Pringles reúne cientos de historias que terminan por darle sentido a su presente.
Informe: Antonella Camargo y Néstor Miranda; Producción: Catalina Ysaguirre; Video: Víctor Albornoz; Edición: Nicolás Miano; Fotos: Marcos Verdullo